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Para los oidos

lunes, 26 de julio de 2010
Cuando los dioses crearon al hombre, según una leyenda del Quiche, y le dieron forma a su carne, y labraron su corazón fuerte y sabio, el hombre se levanto y rindió tributo a sus creadores, les agradeció por tan magnifico estado, por la lucidez y la clarividencia, les prometió, al fin, lealtad eterna. Sin embargo, los dioses no vieron con buenos ojos las capacidades de los mortales, pues su creación estaba dotada del saber de lo grande y lo pequeño, y de sus causas, nada había que fuera desconocido para estas nuevas criaturas; pronto, con el paso de las generaciones, serian iguales a los dioses. Las viejas deidades nublaron, entonces, los ojos de sus hijos terrenos, protegiéndolos así de la maldición de la soberbia.


Desde entonces el ser humano ha vivido observando todo pero sin conocerlo, a través de su vista trascurre el mundo, rápido y doloroso, pero él nada sabe de lo que está a su alrededor. Un manto oscuro es el universo y los ojos de quien lo observa no son menos sombríos.

Ver el mundo es inventarlo, tratar con fantasmagorías que se imponen al paisaje inmóvil y perenne en un marco prescrito pero irreal. Cuando asir lo real se convierte en el pretexto de una vida, se puede saber que esa vida es ya ficticia, pues no existe lo real sino como una hipótesis, poco lucida por cierto, que esconde tras su estructura una esencia poblada por el miedo profundo y arquetípico hacia el vació.

Si el universo existe, no lo sabemos, lo único posible es observarlo con ojos que no son totalmente nuestros y actuar en el contexto aparente que forma la vida de cada persona.

La fotografía, esa herramienta, constituye una forma más de observar e interpretar la realidad inasible, y hay quien confunde sus resultados con el mundo detrás de las apariencias. No nos equivoquemos, la fotografía no registra, comenta, no observa, fabula, es un arte y como todo arte retoma la forma del paisaje y lo transforma de acuerdo a su estructura como maquina, y a los deseos de quien toma en su manos la cámara fotográfica.

El acto de fotografiar confabula al sujeto con la maquina para dar vida a sueños que sólo existen en la mente del artista, los limites aparentes, el programa y los contextos, se convierten en caminos provechosos para que el fotógrafo plasme su mirada en el marco de la cámara y a su vez este aparato extraiga un trozo del mundo, para regocijo de quien lo utiliza.

En cada fotografía es visible una parte de aquel oscuro secreto, de eso indecible que supone el interior del pensamiento, que parece entregársenos a ratos y cuando nos damos cuenta tenemos las manos vacías.

Por otro lado, en estos tiempos, tomar la fotografía como una imagen nítida del mundo es el cliché que se ha extendido a través del desarrollo de tal arte, y las cámaras comerciales instan al individuo a fotografiar todo lo que vea, pues el hombre tiene miedo, también, de perder su memoria, su identidad, de sucumbir al caos, que es otro nombre del vació. Pocos se atreven a ir más allá del circulo redundante de la fotografía normal, a esos viajeros les interesan no las formas cotidianas y monótonas, sino las cosas que nunca existieron hasta que la lente se poso sobre ellas, se dan cuenta de que el paisaje cotidiano esconde en sí mismo una originalidad no vislumbrada que espera únicamente el que algo se las arranque, y si esto no es suficiente siempre hay elementos que combinados muestran las insondables maravillas.

Se puede decir, aunque tal vez sea un error, que la historia de la cultura tiene como base el eterno deseo de conocer el mundo, como si una ínfima parte del hombre aun recordara y añorara el lejano tiempo cuando esté tenia en su poder el saber ahora proscrito. La nostalgia de lo ya perdido propulsa el paso de cada ser humano que ha poblado y poblará esta triste tierra.

En un mundo que quisiéramos estuviera poblado por signos, permanentes y seguros, nos encontramos con que lo único existente son símbolos cambiantes y divergentes, que se nos escapan a la menor provocación, al más ínfimo signo de intención interpretativa. Como si el afuera tuviera conciencia y jugara con el hombre frente a él.

Al ver a Dios la criatura queda ciego. Los dioses son egoístas y tienen miedo. Crearon una visión incompleta y fugaz, y dotaron al hombre de la capacidad de convivir con ella. Desde entonces eso es el mundo. La fotografía nos recuerda, que hay algo de irreal en el tejido cósmico, sus imágenes nos impelen a creer que son ciertas, pero cada vez que nos acercamos a ellas presenciamos la triste verdad, cada nueva foto nos aleja, cada vez más, de la certeza.


JUSTIFICACIÓN:
La realidad es un mito, una ilusión consensuada que hay que desentrañar, que hay que explorar para saberla parte de nosotros y para sabernos parte de ella. El mito, el gran crimen, es anterior a nosotros, pero en un afán de perfeccionamiento, de querer concretar lo abstracto, de querer objetivar la realidad hemos caído en el vació de la realidad.

Atte. Javier Alonso Montero

2 comentarios:

Anónimo dijo...

hey que tal
me gustaria saber mas acerca dela salida fotografica a jordan gracias.

Anónimo dijo...

Hola, te puedes contactar con cualqueira de los administradores en el grupo de facebook.

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